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Laberinto Patagonia, un viaje para encontrarse ver mapa

Laberinto Patagonia es el laberinto más grande de Sudamérica, un lugar sin igual en la región, y, también una experiencia única digna de ser vivida.

Se encuentra a 3.7 km de El Hoyo, en la provincia de Chubut.

Hecho de cerco vivo, con 2.200 metros de sendero para recorrer, nos invita a perdernos y a encontrarnos, ya sea solos, en compañía de amigos o familia.

Nos dimos el lujo de entrevistar a Doris, quien, junto a su pareja fueron los creadores de este mágico sitio.

¿Cómo surgió la idea de crear Laberinto Patagonia?

Nos conocimos con mi marido en el año 92. La idea original del laberinto fue de mi marido.

Y cuando comenzamos a estar juntos  esta idea pasó a ser el seno de nuestras vidas. Nos juntamos para hacer el laberinto, claramente. Y ahí comenzó todo el proceso.

Primero tuvimos que preparar la tierra, porque esto era un monte impenetrable.

Después comprar los arbolitos, aunque no teníamos un peso… los comprábamos baratos, en manojos de 100, sin maceta. Entonces éramos nosotros quienes los teníamos que pasar a macetas.

Todo eso, y el diseño también lo hicimos nosotros. Tan solo dos personas nos ayudaron a plantarlo.

En un principio lo dibujamos en cartulina y luego lo llevamos a escala, en el terreno a una escala de 330 x 330 metros.

Todo ese proceso de cuadricular el terreno con cal fue un laburo muy loco. Era todo tan rústico.

No había internet. El mundo era otro…

En esa época las imágenes estaban dentro de uno.

Según me informé, en el laberinto confluyen conocimientos de Kabbalah, geometría sagrada, mitología, filosofía y magia.

¿Cuál era el background de ustedes?

Nosotros somos buscadores, librepensadores absolutos. Espíritus que encarnan en una vida y vienen a concretar cosas.

Mi mamá nació en el Bolsón, yo soy del Bolsón… vengo de la línea más del hipismo desde chica.

Claudio, mi marido, venía de una familia más tradicional, de Buenos Aires con orígenes judíos.

Cuando nos juntamos, se juntaron esas ganas de salir del sistema. Necesitábamos crear algo.

Ni remotamente lo creamos para que fuera un hito turístico.

Yo en ese momento tenía 20 años y él tenía 32, y ahí comenzó todo.

Trabajábamos en Buenos Aires en el negocio de los padres de él, y nos volvíamos a invertir el dinero en toda esta movida. Eso lo hicimos durante 16 años.

Había como una necesidad de que apareciera el laberinto.

Nunca pensamos en tener hijos… vivíamos en un rancho en el que hacía más frío adentro que afuera.

No queríamos ni construir una casa ni tener hijos.

Estábamos metidos en la magia del laberinto.

Y también buscábamos la simbología, el aspecto místico. Qué era lo que nos llevó a hacer el laberinto. Un proceso interno que se manifestó así.

En la Patagonia, según los dioses Tehuelches, existía el Señor del Laberinto.

Todas las culturas del mundo tienen el laberinto como imagen arquetípica.

Argentina tenía un laberinto en Misiones, que tenía un parque. En Córdoba, en Los Cocos. Pero la Patagonia no tenía laberintos.

Había que darle forma, materializar eso en una tierra donde una de las divinidades era el laberinto.

No sabemos cómo, pero sucedió.

No pensábamos abrirlo a la gente. Lo vieron amigos nuestros, las maestras comenzaron a traer a los chicos. Quienes venían, salían fascinados.

¿Con qué se encuentra quien visita el laberinto?

Se encuentra con pura magia.

Cuando decidimos abrirlo nos dimos cuenta que si o si teníamos que tener un lugar donde la gente pudiera comprar aunque sea una botella de agua.

Porque estamos lejos. Estamos a 3.5 Km de la ruta 40. No deja de ser un lugar rural, donde no hay acceso a nada.

Habíamos estado de viaje, en distintos lugares del mundo, y en todos había un lugar donde los visitantes se sientan, toman algo, porque realmente es muy intenso el proceso. Hay una necesidad después de parar y comentarlo.

Se nos ocurrió también empezar a vender lo que producimos.

Hicimos una pequeña confitería que actualmente sigue siendo del mismo tamaño. Con una capacidad de 30 personas.

Me animé con una amiga a empezar a vender tortas. Empezamos a innovar, a vender licuados elaborados con fruta nuestra.

El primer año que lo abrimos el laberinto tuvo una muy buena acogida. La gente alucinó. Empezó a venir mucha más gente de la que planeábamos. La demanda fue tal que tuvimos que pasar de abrir los fines de semana a tener que abrir todos los días.

Nos piden que tengamos todo el año abierto, pero no podemos por el lugar. Entra tanta gente, y lo transita tanta gente que los lugares se gastan energéticamente y no es la idea.

El lugar necesita descansar.

Es parte de nuestra filosofía de vida y lo seguimos sosteniendo.

Estamos tan alucinados con nuestro lugar, con lo que se genera en la gente y con lo que le pasa a la gente cuando lo visita que siempre estamos reinvirtiendo y haciendo cosas nuevas como para ofrecer algo más.

Ahora venir al laberinto es pasar un día entero.

También este año abrimos una Galería de Arte Digital que es alucinante. Después hay unas tiendas, unas carpas donde la gente se puede sentar a comer un sándwich o un pedazo de torta.

Es para TODO EL PUBLICO.  El precio es súper accesible. No es la idea que alguien se vaya sin poder visitarlo. La gente entra y flashea. Está en una loma. Se ve un 360° de la cordillera.

Pueden entrar con una determinada cara pero todos, todos, salen sonriendo, te lo garantizo.

¿Cuánto fue lo que máximo demoró una persona en salir?

Tenemos estadísticas que son reales. Antes de la pandemia, teníamos uno o dos perdidos en toda la temporada.

Nosotros les damos una pulserita con un número de teléfono para llamar por si se pierden.

Hoy en día se pierden aproximadamente dos personas por semana… que no pueden salir.

Algo sucedió…

¿Cuál es la cantidad aproximada de turistas que visitan el Laberinto anualmente?

Aproximadamente entre unos 20.000 y 30.000 por año.

Tenemos fechas fijas. Al finalizar Semana Santa cerramos. Abrimos un mes en invierno y reabrimos el 27 de diciembre.

¿Cuáles son los eventos que realizan?

Veníamos haciendo el Festival Laberinto al cual traíamos artistas conocidos.

Eso se cortó con la pandemia.

Ahora abrimos la ¨Galería de Arte Digital¨ con una muestra inmersiva que se llama FUEGO.

Es increíble. La gente sale del laberinto, que es todo expansión y tienen la opción de entrar a la galería que es un espacio cerrado. Con una instalación de 12 minutos con una mirada sobre el fuego.

La idea y la dirección fue mía, la hicimos con cuatro chicos y como producto es alucinante.

Está teniendo muy buenas críticas.

Lo que le pasa a la gente es increíble.

El laberinto te expande, y entrar a la galería y ver la instalación fuego es muy conmovedor.

Nosotros padecemos el fuego por los incendios.

Yo tengo un tema con el fuego y encontré la manera de canalizarlo creando.

También hicimos una muestra de piano de música clásica con chicos de acá.

El sábado hicimos un evento con un DJ muy reconocido y fue muy muy lindo.

Tenemos fans del laberinto.

La gente cuida muchísimo el lugar. Si encuentran basura nos la traen. De todas formas es raro encontrar residuos que deje la gente en el laberinto.

Yo creo que es el lugar el que genera conciencia en la gente. Verlo así limpio le da ganas a la gente de ser parte.

Soy una agradecida de cómo el turista respeta el lugar y lo hace propio.

¿Por qué hay que visitar el laberinto?

Yo creo que los laberintos son vórtices energéticos, como las pirámides.

Por eso las culturas los tenían como lugares para sacar las malas ánimas, los demonios.

Antes de entrar a los castillos había que atravesar laberintos. Después en el medioevo se tornó algo más ornamental, como parte de los jardines.

Pero siempre existió esto de creer que era donde se perdían los demonios.

Donde la persona que entraba podía perder los demonios.

Salías como limpio. Y es real.

Cuando las personas salen, se sienten muy felices.

Se olvidan de todo y salen dando gracias.

El laberinto nos da otro nivel de conciencia.

Nos conecta con otro nivel, con otro aspecto nuestro al que no estamos acostumbrados a ver.

Estamos tan metidos en la cotidianeidad y tan absortos en la cantidad de información que nos atraviesa.

Cuando entrás al laberinto, desconectás. Porque ahí tenés un solo objetivo, que es SALIR.

Lo demás pierde sentido. Es un desafío. Es la búsqueda. Que los seres humanos la tenemos intrínseca. Somos buscadores. Algunos dormidos. Y la sociedad se encarga de tenernos dormidos.

Después de la pandemia hay gente que se despertó y hay gente muy desconectada, que ni la salida encuentra.

Hay que entrar para conectar con eso. Volver a ser niño, volver a jugar, a conectar con la niñez que es cuando el alma estaba a flor de piel.

Entrar al laberinto es volver a conectar con el espíritu.

Alojamiento en El Hoyo

FotoCabaña Hechizo de Luna El lugar más lindo de la Patagonia Andina. Cerca de El Bolsón, rodeado de ríos, lagos cascadas yver másTel: +54 294 460-1539El Hoyo

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