En su edad adulta ya, con una voz grave y castigada y el mar metido en la piel, se encuentra hoy el "Inglés" Bruce, el marino más avezado de Bahía San Blas. Los lugareños no dudan en señalarlo como quien más sabe de los secretos del mar de la zona, ya que su conocimiento y destreza en la navegación ha hecho que la prefectura demande su colaboración varias veces en que las papas quemaban.
El marino explica que
"todo es a fuerza de andar. Con la pesca comercial aprendés mucho; andás de día y de noche y es tu tiempo para navegar. En cambio cuando llevás gente no podés andar haciendo experimentos, hay que llevarlos al lugar donde ponés el anzuelo y pescás".
En tantos años entre las olas acepta que ha tenido que hacer frente a situaciones complicadas.
"Algunas fueron feas, pero todavía estamos vivos, y todo es parte del oficio. La mejor manera de no pasar por esas situaciones es saber mirar el tiempo".
"Si un marino llega a viejo es porque tuvo mucha, pero mucha suerte, o porque fue por lo menos medianamente perspicaz. O un poco de las dos cosas. La naturaleza te da muchas señales: los cambios de tiempo y de viento, las gaviotas y las mareas. Si sabés leer estos indicios, es difícil que te suceda algo malo".
Bruce Trousdell vive en una casa construida de a poco, recostada sobre la margen del arroyo El Jabalí y resguardada por una profunda arboleda. Allí, junto a dos embarcaciones y un muelle, se mantiene desde hace algunos años casi exclusivamente gracias a la actividad turística, ya que la pesca comercial "ya no deja nada".
El corpulento hombre de hoy, ya de chico le había tomado el gusto a las embarcaciones. Siendo pibe trabajó en la ciudad de Viedma con don Antonio Pelle y de él aprendió muchas de las cosas que sabe sobre barcos y otras las estudió de viejos libros de construcción naval.
Nació en Buenos Aires. Su padre era un norteamericano que llegó a estas costas ante la persecución del macarthysmo y terminó casándose en la capital con una joven inglesa. Bruce pasó su infancia en la chacra del Yaverán, ubicada a mitad de camino entre Viedma y el balneario El Cóndor. En épocas bravas, cuando contaba con diecisiete años se fue de su casa y recaló en San Blas para trabajar en un campo. Luego de cumplir con el servicio militar, el inglés Trousdell compró en Rawson la lancha 'Tammer', que reparó en una quinta de Carmen de Patagones. Sin dinero, con la ayuda de carpinteros del lugar y con un motor Ford diesel algo viejo arrancó para el paraíso de los pescadores en busca de trabajo. Y ahi se quedó. Volvió alguna vez a Patagones, pero siempre San Blas tiró más.
A principios de los ochenta una empresa pesquera de Mar del Plata le ofreció dedicarse de lleno a la pesca comercial, experiencia que anduvo muy bien unos cinco años, capturando bacalao, tiburón, cazón y gatuzos.
Con una bronca suave y cotenida recuerda los camiones cargados que salían de su reducto y amargamente señala que de esos tiempos sólo queda la cámara frigorífica, que hoy apenas sirve como depósito de algunos trastos viejos.
También funcionaba un saladero donde hacían entre tres y cinco mil kilos de bacalao seco. Hoy sin exportaciones, el mercado interno absorbería apenas unos doscientos kilos, lo que no justifica siquiera la implementación de la pesca.
La actividad turística generalmente se extiende desde el mes de octubre hasta poco después de Semana Santa y durante ese intermedio mientras espera la vuelta de los turistas, Bruce se dedica al transporte de mercaderías y ganado hacia la Isla Gama y a trabajos de carpintería.
Por Ignacio Artola